En ajedrez y, por que no decirlo, en otras muchas disciplinas un "método" pedagógico muy difundido es la de evitar empañar buenos ejemplos con la cruel realidad. Es que el objetivismo a ultranza tampoco es la panacea a la hora de la enseñanza. Si lo fuera, me temo que la mayoría de las preguntas tendrían la palabra "depende" como respuesta. Es que en si, todo es relativo.
Así se entiende el por qué muchos comentaristas pasan por alto una posibilidad que cambiaría drásticamente el panorama de la partida. Su argumento de base es que eso sólo serviría para distraer la atención del lector perdiendo el impacto pedagógico que la partida modelo pretende enfatizar.
En una primera instancia del aprendizaje este método de esconder lo que molesta puede resultar útil para el estudiante. Sin embargo llegará el momento que se necesite mirar a la cara a la realidad puesto que sino nuestra percepción de la misma será sumamente equivocada.
Entre los autores "destacados", el gran Roberto Grau en sus excelentes, maravillosos, (este espacio lo reservo para su propia opinión de la serie, si ya los leyó), libros Tratado General de Ajedrez, muchas veces utiliza este método.
He aquí una muestra, la siguiente partida Lasker - Chigorin, Hastings 1895 es presentada como una muestra de la lucha entre dos caballos vs la pareja de alfiles. Donde los primeros se supone que hicieron todo bien. Sin embargo, ¡el problema está en que el blanco no hizo lo que se supone que tiene que hacer!
Juegan las Blancas
En este momento el blanco jugó 17.Tg3 pasando por alto la fuerte jugada 17.f5. De haber hecho esto, la posición del blanco sería muy superior e incluso, de acuerdo con la evaluación de Kasparov, su ventaja sería decisiva! Es más, según el excampeón mundial la posición blanca tras la jugada 14 ya era decisiva según los parámetros modernos. Por supuesto que nada de esto es dicho en la obra de Grau. Y no creo que se trate de una omisión por desconocimiento, me suena más a una omisión adrede para no estropear el ejemplo.