miércoles, 14 de julio de 2010

Cuestión de Cultura

Cosas que pasan…

Paso en Treinta y tres hace un poco más de veinte años:
En las vacaciones de mi paso de la escuela al liceo sucedió que un amigo me invito para asistir a una simultánea que diera Pedro Lamas en la plaza principal de la ciudad y de esta manera volví a tomar contacto con el juego. En esa ocasión conocí a una persona quien marcaría no sólo mi ajedrez sino también mi vida: Mario Dávila quien estaba por empezar a dar clases de ajedrez en el club Pelotaris.
Después de un breve tiempo ya conocía a todos los ajedrecistas locales. Después de todo no eran, ni somos, muchos.
En cierta oportunidad estando en la casa de uno de los por entonces referentes del ajedrez olimareño, Carlos Cardozo, lo vi enfrascado en el análisis del libro de Gudfel y Lazarev “La Variante del Dragón” de la serie escaque. Repitiendo las variantes que ahí se citaban en un hermoso juego de madera “Ocampo”. Recuerdo perfectamente como empezaba la variante que él analizaba y yo miraba:

1.e4 c5 2.Cf3 d6 3.d4 cxd4 4.Cxd4 Cf6 5.Cc3 g6 6.Ae3 Ag7 7.f3 0–0 8.Ac4 Cc6 9.Dd2 Ad7 10.h4 Tc8 11.Ab3 Ce5 12.0–0–0 Cc4 13.Axc4 Txc4 14.h5 Cxh5

Luego las cosas tomaban diferentes rumbos pero cada tanto, en algún momento, el blanco “reventaba” su torre por el caballito negro y a sus ves el negro en otras variantes hacía lo mismo, o sea “reventaba” su torre por el caballo de c3.

¡Todo esto sucedió en una época anterior a que aprendiese a dar mate de torre!

Luego, al crecer un poco, y ya formando parte del equipo de Treinta y Tres se daba el caso curioso que nuestros tres primeros tableros, yo era el cuarto, eran fanáticos del dragón y siempre en alguna de sus partidas del match contra alguno de los otros equipos aparecía alguna torre comiéndose alguna pieza menor sin decir “¡agua va!”

Por tanto puedo asegurar que gracias a mis allegados y sus lecciones no formales, no tengo ningún tapujo en andar sacrificando calidades.

Paso en Moscú el año pasado:
Así cuenta lo acontecido el MI Mark Dvoretsky:
Durante una de las últimas rondas de la Superfinal del Campeonato Ruso, entre en la habitación donde estaba hacienda comentarios para la audiencia. En el monitor vi la posición a la que se había llegado tras:

1.e4 Cf6 2.e5 Cd5 3.d4 d6 4.Cf3 de 5.Cxe5 g6 6.Ac4 Ae6 7.0-0 Ag7 8. Te1 0-0 9.Cd2 Cd7 10.Cef3 C7f6?!.

La tranquila jugada 11.c3 era sometida a discusión, manteniendo una pequeña ventaja para las blancas. En una forma similar a los ejemplos con los que estoy familiarizado, sugerí el sacrificio de calidad en e6, que al principio genero una reacción bastante escéptica. Sin embargo, Alexander Grischuk jugó eso, y tras
11.Txe6! fe 12.Cg5 Dd6 13.De1 obtuvo una apreciable ventaja, que subsecuentemente transformo en Victoria.
Comentando su decisión para la revista 64, Grischuk escribió: Como Kasparov dijo una vez (a cerca del sacrificio en c3 en el Defensa Siciliana), “El asunto del sacrificio de calidad es una cuestión de cultura ajedrecística

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